En un rincón soleado de Baja California, México, nació un niño llamado Cristian Peñaloza. Desde pequeño, Cristian mostró una curiosidad insaciable por el mundo que lo rodeaba. Sus juguetes favoritos no eran coches o pelotas, sino pequeños circuitos y cables con los que construía artilugios que asombraban a sus amigos y familia. Conforme crecía, su pasión por la ciencia y la tecnología se convirtió en el motor de su vida.
Cristian soñaba con una idea revolucionaria: ¿qué tal si las personas pudieran controlar objetos con la mente? Esta idea, que parecía sacada de una película de ciencia ficción, era el comienzo de su aventura en el mundo de la neurotecnología. Con entusiasmo y determinación, presentó su proyecto al Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) en México. Sin embargo, cada propuesta fue fríamente rechazado. Prioridades políticas y económicas, recursos limitados, burocracia, corrupción o simplemente Fuga de talentos. La falta de apoyo en su tierra natal lo desanimó, pero no apagó su espíritu.
Determinado a no rendirse, Cristian empacó sus sueños y se embarcó en un viaje al lejano Oriente. Japón con sus luces vibrantes y su cultura rica en innovación lo recibió con los brazos abiertos. Con el apoyo incondicional de sus padres y un trabajo de medio tiempo, Cristian se inscribió en la Universidad de Osaka. Allí, su dedicación lo llevó a obtener una maestría en Robótica e Inteligencia Artificial, y posteriormente, un doctorado en Neurociencia Cognitiva Aplicada a la Robótica.
Cristian llamado Dr. Cristian Peñaloza ahora por todos gracias al, es autor de publicaciones en conferencias internacionales de revisión por pares en el área de robótica e inteligencia artificial. Sus temas de favoritos de investigación incluyen: el aprendizaje a partir de la demostración utilizando la interacción humano-robot, el marco de aprendizaje para la robótica en la nube, el aprendizaje visual utilizando datos web y la transferencia de habilidades utilizando métodos tradicionales como la teleoperación con interfaces gráficas y métodos no tradicionales como los sistemas de interfaz cerebro-máquina.
En los laboratorios de Osaka, Cristian desarrolló un sistema llamado Aura, un dispositivo que podría leer señales cerebrales y traducirlas en comandos para controlar prótesis robóticas y otros dispositivos. Con Aura, personas con discapacidades físicas podían recuperar su movilidad, y niños con autismo podían recibir una atención más precisa. Este invento no solo cambió vidas, sino que también le trajo reconocimiento mundial.
En 2016, Cristian fue galardonado como uno de los Innovadores Menores de 35 del MIT Technology Review, galardón más importante de clase mundial para jóvenes innovadores que están a la vanguardia de la tecnología, dando soluciones a problemas globales. Un honor que celebraba su ingenio y perseverancia.
Con este reconocimiento, fundó Mirai Innovation Lab, una empresa dedicada a hacer accesible la neurotecnología a nivel mundial. Desde sus oficinas, Cristian trabaja incansablemente para que su tecnología llegue a aquellos que más la necesitan, con la esperanza de crear un mundo donde las barreras físicas sean cosa del pasado.
Y así, desde Baja California hasta Japón, la trayectoria de Cristian Peñaloza es un testimonio de cómo la pasión, la resiliencia y la innovación pueden trascender fronteras, iluminando el camino hacia un futuro más inclusivo y conectado.